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De los niños es el Reino de los Cielos

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Nuestro espíritu conquistará el Reino de los Cielos en su propio ser. No existe alguno que no lo logre, hasta aún a quien pensamos que no lo merece.
En un principio fuimos inocentes, semejante al infante que nace en este mundo. Mas así como se desarrolla y crece hasta madurar, así será el espíritu en su evolución hasta alcanzar su perfeccionamiento espiritual. Desarrollados, experimentados, evolucionados en sus atributos espirituales,… afines a la luz de la Conciencia y en ella a la voluntad de su Creador. Cada espíritu será un reflejo de la pureza del Padre, que en algo podemos percibir en la niñez.
No es que el Padre quiera en Sus hijos evolucionados la inocencia del que es faltó de desarrollo como lo es en el infante. Sino el espíritu desarrollado, perfeccionado con la pureza del corazón a semejanza del niño de la Tierra. Esa pureza que habla de la vestidura del espíritu, la virtud acrisolada. El espíritu sencillo, humilde, donde su pensamiento y sentimiento no hay mancha alguna, como es la envidia o el rencor. Donde su luz es pura, que a través del tiempo ella misma paso por la madurez. Esa luz que no es como cuando surgió del Seno divino, que por pertenecer a Dios es perfecta y santa. Que se empañó y hasta quedó oculta por las manchas de las faltas cometidas. Mas el espíritu en su evolución comprendiendo su origen y su naturaleza divina, resuelve volver la blancura de esa luz, hasta volverla potente por sus méritos. No sólo la volverá potente, sino le regresará lo santo y puro como lo fue en su comienzo.
El Reino de los Cielos es de los niños, así lo declaró el Maestro perfecto con la pureza del niño en su Ser. El ejemplo está en el Maestro, que siendo la luz perfecta y santa de Dios, con todas las potencias de su Ser a su disposición, tenía la ternura en Su corazón. Esa ternura divina que a todos envolvía, que no juzgaba como hombre, sino como Padre y Madre buscando la salvación de quienes le pertenecen. Con esa mirada que abrazaba a quienes se acercaban, semejante al niño que no ve mal alguno, esperando encontrar la misma ternura y amor en los otros. Y sí, llorando a semejanza del niño cuando ve sufrir a otro, al estar saldando su deuda con dolor. Clamando porque su dolor acabe, y si pudiera abrazarle, para en algo mitigar el dolor y el sufrimiento de quien ve enfrente sin tener en cuenta su mal.
Todo espíritu tendrá una luz pura. Cada quien tendrá un corazón maduro, acrisolado, perfeccionado, y a la vez sencillo y dulce, con la ternura que todos han experimentado en la Tierra en la etapa de la inocencia.
«Dejad que los niños se acerquen a Mí»,… ¿acaso los niños podían comprender el mensaje del Maestro? No era la comprensión de Su palabra que tarde o temprano cada espíritu alcanzará, sino la pureza del corazón sin malicia a semejanza de los niños, lo que el Padre buscaba entre quienes se acercaban a oírle sin tener importancia la edad. Un corazón así está presto a la luz, lo que un corazón altivo y soberbio desecha sin saber a quien tuvo delante de sí. Un corazón iluminado por la virtud del espíritu, encierra y refleja un sentimiento cada vez más semejante a Quién le dio vida y eternidad.

Los niños y su aprendizaje espiritual

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Como la gran parte de la humanidad no conoce el beneficio de la elevación espiritual, que nos da la posibilidad de la comunicación con nuestro Padre y por esa elevación recibir directamente la Sabiduría, Él ha dejado un legado, un testamento espiritual uno tras otro en los tiempos.

Hay veces juzgamos a los niños de poco entendimiento espiritual; pero el Padre bien nos dice, que en aquellos pequeños pueden estar espíritus mucho más viejos que el nuestro. Espíritus con una mayor trayectoria en la vida que el nuestro. Espíritus mucho más evolucionados que los mismos padres. Por lo tanto, tienen la posibilidad de entender lo espiritual.

Cada hijo nuestro va ir procurando sus propias necesidades en el transcurso de su crecimiento; no todos les llamará la atención del aprendizaje espiritual. Y aún así, les es necesario conocer que cada obra que haga por su espíritu tiene como fruto una alegría o una desdicha. Que no son sólo carne, sino también esencia. Que la carne pide su tributo o sea su alimento, su necesidad de vestirse, de desarrollarse; sin embargo, también la esencia pide su tributo, la necesidad de la oración, de tener presente su desarrollo de la comunicación con Dios. Y, preguntarán ellos, ¿cómo se logra eso? Procurando la virtud en su existencia, lo bueno y lo noble para consigo mismos y los demás. Entendiendo que así como es importante el desarrollo del intelecto de la ciencia humana, también es importante el desarrollo de la ciencia espiritual. Que así como hay libros donde se aprende de la ciencia del hombre, también los hay donde se aprende la ciencia del espíritu. Así como existe una guía exacta para guiarse y desarrollar la ciencia que aspiramos aprender en lo material,… también existe una guía certera para desarrollar el espíritu: El Libro de la Vida Verdadera, el Tercer Testamento. Porque comprendiendo el último Legado divino, les será mucho más fácil el entender los dos Legados anteriores, así como cualquier otro libro de índole espiritual.

No juzguemos a nuestros niños, como que apenas van a comenzar el trayecto de la vida. Ya que será un pensamiento y sentir erróneo; ellos ya tienen su propio adelanto espiritual, y de las veces más desarrollado que el nuestro. Incluso pueden venir a enseñar, no para aprender. Su libro de la vida es mucho más extenso, más amplio. En sus hojas están escritos sus errores, sus faltas, sus aciertos, sus victorias, de la misma forma como lo es en cualquiera de nosotros. Aunque sí, de pequeños necesitarán guía, ese báculo paternal que los conduzcan por el buen sendero. Al crecer tomarán por sí mismos lo que les interese no sólo lo que corresponde en el camino material, sino también en el sendero espiritual.

Decirles que en su ser existe una guía espiritual y divina, la voz del Padre, presente en toda Conciencia. Esa voz que se hace sentir sabiamente a través de un sentimiento cuando hacemos el bien, o hacemos lo opuesto. Esa voz que no nos deja tranquilos ante nuestro mal obrar, y que nos invita a rectificar el camino, más no obliga. Esa voz que indica al espíritu hacerse sabio y,… a conquistar moradas mucho más elevadas en luz y sabiduría, al practicar en su existencia el amor, el bien, la virtud.

Y bueno,… ¿cuándo iniciar una plática de lo espiritual con nuestros niños? Cuando se presente la oportunidad,… cuando por alguna razón nos pregunten por Dios, por el espíritu. Cuando hayan soñado algo y les cause inquietud, y nos lo hagan conocer. Cuando los observemos ver una película, como por ejemplo en Semana Santa o Navidad. Cuando estén las festividades navideñas y les expliquemos quién fue Jesús. Cuando asisten y nos acompañan a una reunión de doctrina espiritual. Las oportunidades pueden ser bastantes. Lo importante a considerar es, que esos primeros pasos de aprendizaje serán el cimiento continuo, que pueden hacer de nuestros hijos ya en su vida adulta, hombres y mujeres de buena voluntad. Claro está que el ejemplo de los padres, siempre será la mejor herencia espiritual. Una herencia abierta a todos, al amor a todos. De no juzgar livianamente. Al respeto hacia las ideologías espirituales. El ser lo más posible apegados por convicción a la Ley espiritual, el no robar, no mentir, no codiciar lo ajeno… etc. Amar la Naturaleza, la Creación,… el ser respetuosos con las criaturas, con nuestro propio cuerpo. El no guardar rencores, resentimientos, odios. El procurar la igualdad y la fraternidad entre las naciones. A ser libres espiritualmente, teniendo como guía, consejo y sendero la luz de la Conciencia… Y más mucho más.

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5-118-1. “Dejad a los niños que vengan a Mí”, vuelvo a deciros; no porque les miréis pequeños, penséis que no pueden recibirme.

5-118-2. Por muchas deudas y manchas que tenga un espíritu, cuando vive en la infancia, la envoltura participa de la pureza y de la inocencia de ésta. En esos instantes es cuando necesita el espíritu toda clase de ayuda para no desviarse del sendero.

5-118-3. La reencarnación es la oportunidad que Dios, en su amorosa justicia, ofrece al espíritu, para que recobre su pureza y retorne al camino. Esa es la forma en que puede aprovechar la experiencia recogida en su peregrinaje.

5-118-4. Cuando miréis a los niños, hacedlo con respeto, porque no sabéis qué espíritu se oculta en ellos; mas de lo que podéis estar seguros, es que en cada uno de esos pequeños seres existe un pasado que es toda una historia, toda una vida de evolución.

5-118-5. El espíritu, cuando vive la niñez de su envoltura, necesita del apoyo de los mayores, porque su materia es frágil para sostenerle; requiere de la ternura, para que su corazón no se endurezca, y también necesita de ejemplos y enseñanzas que le cultiven y le fortalezcan, mientras llega la hora de poder manifestarse.

5-118-6. Cada espíritu trae su mensaje y para que pueda expresarlo, es preciso que todo sea favorable a su derredor. Cuando el espíritu, después de su largo tránsito de luchas y de pruebas para alcanzar su perfeccionamiento, llega a verse libre de manchas, miserias e ignorancias y es en él sólo la luz, llega a tener semejanza con la pureza de los niños.

5-118-7. El niño sabe intuitivamente que es impotente para luchar por sí mismo, y entonces deposita toda su confianza en sus padres. Nada teme cuando se encuentra al lado de ellos; sólo bien espera y sabe que nada le faltará. Luego va descubriendo que en ellos existe una fuente de saber, de ternura y de vida, por lo que en su compañía llega a experimentar la felicidad.