Abraham y el sacrificio de su hijo

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Los antiguos patriarcas conocían las costumbres de los pueblos contemporáneos de su tiempo, algunas difíciles de concebir para agradar a sus dioses, una de ellas, el de dar al hijo como ofrenda.
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Abraham y su pueblo aún no conocían del todo al Dios Verdadero; tampoco tenían la suficiente certidumbre del cómo reparar los errores cometidos y que «ofendían» a Dios, o para disculparse de los agravios que se sucedían en el mismo pueblo entre unos y otros.
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Era una época donde regía el más fuerte, donde los pueblos faltos de evolución y elevación espirituales, su corazón no estaba presto al amor. Una época donde su entendimiento era el que concebía de una manera muy superficial el desagraviar sus errores, con ofrendas materiales, en los que abundaban los sacrificios de animales. Era el entendimiento de los hombres de aquellos tiempos el que hablaba, no su espíritu. Y no era extraño que se ofreciera en esos tiempos en holocausto o sacrificio, al hijo.
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Abraham deseaba de corazón ofrecer una ofrenda a su Dios por los agravios cometidos entre su pueblo. Grande fue su miedo y tristeza cuando Él le pidió su hijo. Abraham aunque dura la prueba, dudando también, pero al fin deseando agradar al Dios Invisible, aceptó el darle a su hijo. Eso fue suficiente para el Yo Soy el que Soy,… la muestra de humildad y de obediencia del patriarca. Entonces Él le dijo: «Ve y recoge a tu hijo, y como ofrenda por el pago de los pecados, da el cordero». Abraham como padre, se regocijo en su corazón, no perdió al hijo amado, y también conoció un algo más de la identidad del Dios Verdadero.
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Ese pasaje guardaba así mismo una profecía… Ya que Dios sí ofrecería a Su Hijo en sacrificio por el espíritu de la humanidad, no sólo de aquellos tiempos, sino antes y después de Abraham. Jesús no tuvo quien tomara Su lugar en la cruz, Él fue el Cordero Santo que se inmoló por Su voluntad por amor al espíritu de todos los tiempos. Ese sacrificio vive y está presente en la Conciencia de todo espíritu, desde lo más íntimo de su ser, conocía que su Dios le vendría a salvar aún ofreciendo Su dolor y amargura.
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Hoy nuestro ser más evolucionado tiene la capacidad de comprender mucho mejor a Quien le dio vida y eternidad. Su entendimiento y corazón a través de las Eras espirituales se han desarrollado. Hoy puede concebir que las ofrendas materiales no son los que más agradan a su Divinidad, sino las espirituales, aquellas que dejan un bien a su propio espíritu. Como nos dice nuestro Padre, ni si acaso las flores del campo el espíritu debería tomarlas y ofrecérmelas, ya que él nos la creo. Hoy puede concebir que las flores espirituales son las que hacen un bien a nuestro espíritu, porque su aroma llega a perdurar en la eternidad, como lo es el amor de los unos a los otros. Ese amor el cual Cristo es el primero en seguir y dar ejemplo eternamente, ya que Él no sólo es Verbo, sino hecho y obra.
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