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Conciencia y consciencia

Libro de la Vida Verdadera - Conciencia
El espíritu nació de un pensamiento de amor divino. Sencillo, puro con un todo de los atributos divinos de Quién le daría vida y eternidad. Dos potencias que le hacen semejante en perpetuidad a su Dios. ¿Estaría sólo el espíritu en su largo y eterno peregrinar? No, a cada espíritu le dotó de otra potencia, la Conciencia. En ella el espíritu encontraría la sabia respuesta, la luz que no se empaña, el juez inexorable ante la mancha del espíritu. Siendo el Padre omnipotente, omniabarcante, omnisapiente, en la luz de la Conciencia dejaría Su presencia, Su potencia, Su sapiencia. Esa luz siendo la presencia del Eterno en el espíritu no le era necesario evolucionar. Pues la sapiencia del Creador no evoluciona, todo lo conoce, todo lo sabe. El Padre conocía ya a cada hijo Suyo desde antes de nacer, le sentía,… más también conocía que en el camino de evolución muchos tropezarían con la falta y el error. Esa voz inmutable a cada paso del espíritu le diría el cómo ir en el sendero de su evolución: en la sabiduría del amor,… otra potencia con el cual fue dotado cada espíritu;… pues como lo dice el Padre, ni si acaso al espíritu le era necesario aprender amar, sino sólo sentirlo y manifestarlo. Esa luz como voz le haría percibir a través de un sentir al espíritu, cuando su caminar no fuera el adecuado para él. Así el espíritu detendría su caminar equivocado, y también esa voz a través de un sentir le haría percibir al espíritu la forma de corregir el yerro, por medio del arrepentimiento y la enmienda.
La voz divina de la Conciencia, la presencia del Padre en cada hijo Suyo no evoluciona. Ya que si le fuera necesario la evolución no sería la luz que conoce el error, el pecado, la falta en sí, desde mucho antes de nacer cada hijo Suyo. Si le fuese necesario la evolución, no sería la voz sabia de Dios aconsejando al espíritu en el trayecto de su eternidad; sería como decir que al Padre le era necesario también conocer el error y la falta. Si fuese así, no tendríamos un Padre perfecto, sino alguien que le fue necesario también el desarrollo a través de la evolución espiritual.
No así la consciencia que es parte también del espíritu, pues ninguna otra criatura la posee. Esa consciencia sí precisa de evolución, de desarrollo, de aprendizaje. La consciencia en la eternidad de cada espíritu se va acrecentando. A través de ella el espíritu cada vez mejor se reconoce como un ser espiritual, dotado de todo lo necesario en su transitar hasta alcanzar su perfeccionamiento espiritual. Esa consciencia le hace crecer en su pensamiento, potencia espiritual que también precisa de evolución y desarrollo. El espíritu consciente va acrecentando su saber a través de la experiencia. Esa experiencia adquirida le hace reconocer qué es lo que le da dicha verdadera a su espíritu; por esa consciencia aprende apartarse del yerro y la equivocación.
Cuando el espíritu consciente de sí mismo práctica la luz de su Conciencia, ese espíritu ya no sólo es consciente sino también conciente. Su pensamiento, su razón, su experiencia, el reconocerse él mismo como un ser superior,… todo ello ejercido con la voz sabia de la luz que le acompañó desde su nacimiento, hará que cada hijo de Dios un ser muy superior sobre la Creación. Porque todos los atributos divinos con que fue dotado sabrá respetarlos y no sólo eso, sino llevarlos a un buen cauce, tal como la voz del Padre le encomendó así hacerlo.
Cada espíritu está destinado a ser Conciente y consciente. Su libertad santa para actuar y hacer, hará de cada espíritu un ser semejante a quienes han alcanzado las grandes alturas del Reino de Dios. Pues muchos conocieron en su transitar el yerro, la falta, no escucharon la voz paternal que por medio de la Conciencia el Padre les invitaba a retornar al camino verdadero. Su pensamiento y razón se ofuscaron, sus sentimientos también. ¿Acaso sería siempre así? No, la consciencia del espíritu iría madurando. Así muchos han despertado y en ese despertar se han vuelto responsables, sensatos, lúcidos de gracia para no errar más. Es por ello, que llegará el momento en que cada espíritu sea Conciente obrando sabiamente a la luz de su Conciencia, pero también consciente,… un ser responsable de sus obras y hechos por la experiencia adquirida desde su nacimiento del Seno del Padre, ocupando sus atributos divinos con que fue dotado sólo para el bien suyo, de los demás, del todo.

Ley y Conciencia

Libro Cuarto

Capítulo 7

Ley y Conciencia:

Bendigo a Yahvéh que me aconseja; aun de noche mi Conciencia me instruye. Salmos 16:7

Digo la verdad en Cristo, no miento, mi Conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Romanos 9:1

Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo! Cierto que mi Conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor. 1 Corintios 4:3-4

No me refiero a tu Conciencia, sino a la del otro; pues ¿cómo va a ser juzgada la libertad de mi Conciencia por una Conciencia ajena? Si yo tomo algo dando gracias, ¿por qué voy a ser reprendido por aquello mismo que tomo dando gracias? 1 Corintios 10:29-30

Vosotros que me estáis oyendo, me preguntáis: “Maestro, ¿cómo puedo saber lo que es bueno y lo que es malo?” A lo cual os respondo: Yo soy la Justicia divina y como justicia me manifiesto en cada uno de vosotros por medio de la Conciencia que es Luz de mi Espíritu Divino. Esa es la voz de Dios dentro del hombre, y como en el hombre existen facultades que lo capacitan para interpretar y entender esa voz, sus llamadas y sus juicios, no podrá justificar que no conoce el camino del bien, que es la Ley del amor y la justicia. ¿Cuáles son esas facultades o atributos que permiten al hombre escuchar la voz de su propio guía y juez? La intuición, la razón, los sentimientos. 8-233-8 Leer Más