La necesidad de normas y preceptos
Nuestro espíritu ha tenido necesidad de preceptos, normas, mandamientos que nos ayuden a comprender lo correcto de lo que no es. Que nos ayuden a clarificar lo que realmente eleva a nuestro espíritu y lo que no. Que nos ayuden a entender la Voluntad divina. Desde Moisés, Jesús el Maestro y Elías, nuestro Padre ha tenido que llegar a nuestro entendimiento, nuestro corazón y finalmente a nuestro espíritu.
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Hay moradas donde no han necesitado un Jesús para ser crucificado y así salvar al espíritu. Donde no han necesitado un Moisés y por medio de él, entregarse mandamientos. O un profeta tan grande y a la vez el más pequeño en el Reino de Dios, para hacer conocer la voluntad del Todopoderoso. Sí, moradas donde existen hermanos nuestros en esta Creación y también como nosotros están en el camino del perfeccionamiento espiritual. Así como hay moradas donde han necesitado de un Salvador, de normas y preceptos,… hay otras donde los hijos de Dios siguieron desde un inicio la voz de la Conciencia, y en ella la sabiduría del Padre.
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Si desde un principio el espíritu en esta morada hubiese escuchado la luz que ha llevado en sí mismo, esa luz inmaculada, no hubiese existido esa necesidad del Padre de materializar Su presencia y Su verbo. Mas nuestro espíritu paso a paso fue descendiendo en sí mismo, hasta ocultar la presencia de lo divino que lleva en sí. Fue el Padre quien descendió al nivel en que se encontraban Sus hijos, para entregarles el camino de la luz. Fue el Padre que de Tiempo en Tiempo se sirvió de espíritus sabiamente escogidos por Él, para enseñar de nuevo a los demás el camino de la luz, del amor, de la verdad, de la virtud. Allí están Moisés, Elías, Abraham, Isaías, Daniel, Juan el apóstol y tantos más,… el mismo Padre-Cristo en Jesús.
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De cierto se acerca el tiempo de la Conciencia, entonces el espíritu tendrá en bien decir, que toda luz y sabiduría estaba ya en él. Que la venda densa que él mismo permitió imponerse fue la que no le permitió escuchar esa fuente divina de luz y sabiduría. Llega el tiempo en que el fruto de tantos y tantos enviados por fin tenga su recompensa, el de ver sus hermanos ya en el sendero de su Dios.
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No sólo en este pueblo se han dado profetas, enviados para señalar al espíritu el camino de la luz. Donde quiera exista el espíritu, allí encontrará un siervo de Dios si le es necesario. Por eso no es extraño encontrar en las demás grandes religiones del mundo, ese espíritu que ha enseñado también el sendero de la luz. Cada siervo que ha enviado el Padre en la redondez de este mundo ha tenido un mensaje, y ese mensaje es el del amor al prójimo, el amor de los unos a los otros. Si los hombres siguen por convicción este mensaje, también a la vez ya están amando a Dios, el primer precepto o mandamiento que tanto Moisés dio a conocer y Jesús dio a comprender a través de Sus hechos y obras.
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