Heredad y destino

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La Palabra de nuestro Padre es una sola Enseñanza, una sola Lección que de tiempo en tiempo nos va clarificando nuestro destino espiritual. Ese destino era desconocido para nosotros, hoy se vislumbra con mayor luz. Sin embargo la luz siempre ha sido la misma, son los espíritus los que en virtud de su evolución espiritual, pueden comprender cada vez más su destino.
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Un espíritu no puede ser un desconocido perpetuamente, ya que la vida misma, la eterna que posee en sí, le va revelando cuanto le es de menester para reconocer los atributos divinos que lleva en sí. Un sólo atributo vale más que todos los tesoros de la Tierra, porque todos ellos son polvo llegado el momento. En cambio cada atributo los veremos manifestados conforme pasa la vida misma, desarrollados y desenvueltos uno por uno. Cuanta gracia divina hay en cada espíritu; pues si a veces imaginamos a seres grandiosos que rodean a Dios con majestad y poder, de cierto esa heredad lo disfrutarán y gozarán todos. Así nadie podrá decir que Dios hace distinción entre Sus hijos,… la heredad todos la tienen desde el momento de surgir del Seno Divino. Mas cada quien según su anhelo, con atraso o prontitud tiene por destino asemejarse a las legiones de gran luz. ¿Acaso esos seres siempre fueron perfectos y puros? No,… el pecado, el yerro, las grandes faltas también fueron en ellos, mas al fin venció la luz que desde el principio existe en su ser.
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A semejanza cuando el infante nace del seno de la madre, puro y sencillo, todos hemos surgido así del Seno Maternal Divino de Dios. Mas el infante crece, se desarrolla, empieza a descubrirse a sí mismo y cuanto le rodea,… así hemos sido todos espiritualmente. Llega el momento en que el espíritu alcance una madurez espiritual, entonces la vida no la verá con los ojos de la inocencia o de la juventud, sino con aquellos donde su experiencia adquirida por tanto tiempo le sea como un manantial inagotable de conocimientos, para aprovecharlos con pensamiento sereno y calmo. Entonces todos sus atributos espirituales tendrán el valor por obra y fruto, que en verdad corresponde por haberlos heredado de Quién le otorgó la vida sin fin.
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