Suicidio

Hay dolores incomprensibles para los demás. Sufrimientos que parecieran no tener termino. Hay heridas que no sanan; quebrantos espirituales que se llevan en sí,… y nadie sabe. Sólo el quien lleva una pena muy grande, conoce el dolor oculto que tiene en sí. Hay hermanos que sienten y piensan, que dejando de existir toda su aflicción terminará. Así dejan la carne, sí la carne,… porque siendo conscientes o no, su espíritu no puede morir. Ese espíritu es perpetuo, lleva en sí la potencia de Quién le dio eternidad. Ese espíritu cuando se desprenda de su carne comprenderá una realidad: que aún es, aún existe.
No todos los dolores son iguales ni tampoco la intensidad con que se experimenta y se siente. Hay quienes han soportado por mucho tiempo, al parecer la luz nunca apareció en sus caminos. ¿Acaso el Padre aumentará sus penas? No,… sólo Él conoce lo que cada hijo es y lleva en sí. ¡Cuántos espíritus en el Más Allá cuando llega el juicio de la Conciencia, no soportan ese mismo juicio y quisieran desaparecer! Mas el Padre no es verdugo, sino Salvador de unos y otros. Como un Padre protege a todos, como una Madre cobija a todos.
Todo espíritu tiene por derecho el conquistar por sus méritos la paz del Reino de los Cielos. Ese Reino no es un lugar determinado, se lleva en sí, se conquista en sí. El hogar del espíritu es todo el Universo, de cierto nadie ha salido de ese hogar. Mas en ese hogar hay moradas superiores unas de otras, con mayor luz, excelsitud y sabiduría. Son peldaños que cada espíritu conocerá.
¿Es casualidad que nuestro espíritu se encuentre en este plano llamado Tierra, donde la luz no es en plenitud, y donde de los unos a los otros sufren el egoísmo por sus hechos y obras? No, no es casualidad, es la morada que nos pertenece, es el hogar que será nuestro una y otra vez, sí, una y otra vez hasta que cada quien sea digno de pertenecer a una morada superior. Así al suicida le es su hogar una y otra vez, unas veces encarnado otras veces sin la carne, ESPERANDO como todos en este plano volver a reencarnar y concluir el propósito de su existencia: La Espiritualidad, la armonía de su ser eterno con lo que tiene fin, su carne. La armonía de su espíritu con la materia.
Si cada espíritu llevara en sí ya el Reino de los Cielos en su interior, de cierto no se conocería el dolor en este mundo, Sería de las moradas superiores a conquistar por otros. El Maestro ya lo dijo, los mundos son los que sus habitantes quieren que sean.
No juzguemos a quien ha cometido suicidio;… cuando la luz de su Conciencia sea que le despierte reconocerá su error, su falta de fe. Entonces el Padre no se acercará para ofrecerle una pena mayor, sino una vez el camino a andar, una vez más a conquistar lo que dejó pendiente.
El espíritu cuando se siente sólo carne, sí sólo carne, cree que su existencia está motivada sólo por la carne. Cree que dándole muerte, todo terminará, y que si sufre, llora, se lamenta, todo no será más si la carne no es. Olvidan que el pensamiento y los sentimientos no pertenecen a la carne, sino a ese ser eterno, al espíritu. Así todo suicida cuando se desprende de su carne, ve con asombro que aún es y existe. Y no sólo eso, que su pensamiento y su sentir aún son. Que lo que le adolecía antes de cometer ese acto, todavía lo lleva en sí.
Muchos suicidas ya en el Más Allá, ese Allá que es esta misma morada mientras le pertenezca como hogar, al paso del tiempo se lamentan de haber cometido tal acto. La razón es simple, aún ve y contempla, oye y acaricia a quienes «dejó». Pero los que «dejó» no le ven, no le escuchan, quisieran acariciarle y no pueden. Es una gran pena, una tristeza muy grande que llevan en sí unos y otros. Muchos quisieran regresar el tiempo y no pueden. Así en el Más Allá están muchos hermanos con ese sentimiento de soledad, queriendo regresar con los suyos y no poder hacerlo más. Ahora tienen que esperar el momento de regresar, pero conocen que ya nada será igual. Por ello la necesidad de la comprensión de las obras y los hechos, porque todo es causa y efecto.
Muchos suicidas ya en el Más Allá, ese Allá que es esta misma morada mientras le pertenezca como hogar, al paso del tiempo se lamentan de haber cometido tal acto. La razón es simple, aún ve y contempla, oye y acaricia a quienes «dejó». Pero los que «dejó» no le ven, no le escuchan, quisieran acariciarle y no pueden. Es una gran pena, una tristeza muy grande que llevan en sí unos y otros. Muchos quisieran regresar el tiempo y no pueden. Así en el Más Allá están muchos hermanos con ese sentimiento de soledad, queriendo regresar con los suyos y no poder hacerlo más. Ahora tienen que esperar el momento de regresar, pero conocen que ya nada será igual. Por ello la necesidad de la comprensión de las obras y los hechos, porque todo es causa y efecto.
No olvidar que si se adolece y se llora, es porque aún está la semilla del egoísmo hecho árbol frondoso que cubre al mundo. Su sombra envuelve a todos, y es menester que el espíritu de la humanidad corte de raíz ese árbol y deje germinar otro árbol, el de la virtud. El árbol del egoísmo no sólo está en lo material, sus ramas se extienden por mucho también en el Más Allá. Así quien piense que en el Más Allá no se sufre ni se llora, medite que su ser es parte de esta morada, y lo seguirá siendo hasta que su luz le permita andar por Valles más sublimes.
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