Semana Santa
Jesús el amado Maestro, nuestro Dios hecho Hombre. Aquél quien es recordado por la comunidad Cristiana. Aquél que prometió enviar al Espíritu de Verdad. Cuántas cosas se puede decir de Quién vino a enseñarnos con obras y hechos la luz del espíritu.
¿Es posible que el espíritu alcance perfección a semejanza de Dios? Y es que Jesús, le nombró Padre, Padre nuestro. Sí, somos semilla de Aquél quien nos creó a imagen y semejanza Suya,… entonces no tiene nada de extraño que la semilla crezca, se desarrolle y de fruto. ¿Acaso la semilla que es plantada en la tierra teniendo todos los atributos en su propia naturaleza para crecer y desarrollarse hasta dar fruto, lo hace en un instante? No, le es necesario tiempo. A semejanza nuestro espíritu le es necesario no el tiempo, sino la eternidad para perfeccionar todos los atributos que tiene en sí mismo, por pertenecer a la naturaleza divina de Dios.
Y Jesús dijo, lo que veis que hago Yo, vosotros cosas mayores podréis hacer. Sí,… no solamente hablo para los hombres de aquella época, sino para todos los espíritus de todos los tiempos, ya que llegarán asemejarse al Hijo. Si Él es el Maestro, los discípulos lograrán ser los maestros. Los espíritus por su libre albedrío podrán perderse, ir por caminos escabrosos, escoger los caminos anchurosos; y sin embargo, llegará el tiempo de su redención espiritual, de su anhelo de seguir al Maestro. Las cien ovejas llegarán a ser los discípulos del Maestro, para después alcanzar esa grandeza espiritual, el ser luceros en el firmamento de la gloria de Dios.
¿Podría haberse salvado Jesús de la cruz? Sí,.. con una sola palabra Suya, legiones de ángeles se hubiesen presentado para salvarle. ¿Ellos hubiesen venido con espada para exterminar a los verdugos del Maestro? No, con mansedumbre y amor acogerían el cuerpo martirizado del Maestro, y llevarle lejos de aquel lugar. Esas legiones de luz conocen la faz de Dios, esa faz no humana, sino la esencia verdadera de Quién procede todo. Esa esencia con que es perfumada toda la Creación, con Su amor. Ese amor que no tiene límites, no humano sino divino, el cual el Maestro vino a dar prueba y potestad de ello.
Así lo demostró al perdonar y salvar a la mujer encontrada en adulterio. Así lo manifestó cuando Pedro airado cortó con espada la oreja del soldado, y el Maestro le sanó. Así lo testificó cuando el centurión clavó su lanza en el costado del Maestro, y él en lugar de recibir un castigo, fue sanado de su ceguera.
A semejanza esas legiones de luz al salvar al Maestro de la cruz, no hubiesen respondido con espada, sino con el ejemplo del Cristo de Dios. ¿Acaso en el Tercer Tiempo vinieron a reclamar la sangre del Maestro? No, con humildad y mansedumbre fueron los heraldos de alivio y sanación, los grandes explicadores y consejeros espirituales, para todo aquel quien se acercare a ellos.
En el Espíritu Divino de Dios se encuentra y está la Fuerza, pero también la Ternura; alegóricamente se halla el rayo portentoso que estremece el cielo, pero también la flor fragante del campo; se halla el sol que alumbra con su majestuosidad, pero también la luna que cobija y arrulla al anochecer. ¿Qué de extraño tiene que en el Espíritu Divino esté presente el Padre y se manifieste a la vez la Madre?
Si en la Creación podemos observar con naturalidad lo masculino y lo femenino, nada extraño es que esos dos polos que se complementan a la vez, hayan surgido del Creador. ¿Quién dio testimonio de la Madre que existe en el Espíritu Divino? María.
María, representaba la Madre Espiritual de todos los espíritus,… Juan, al espíritu de la humanidad en su conjunto. Pero no la humanidad falto de amor, sino la ya elevada por el amor espiritual. Juan fue el apóstol muy amado del Maestro, él tuvo las grandes revelaciones por suceder. Él fue el apóstol que no negó a su Maestro ni en la cruz.
Juan es la representación del espíritu de la humanidad engrandecida por el amor y la luz divina de la Conciencia. La que no niega a su Dios, la que tendrá las grandes revelaciones aún por venir. La humanidad muy amada de Dios. Juan representa a todos los espíritus, de todos los tiempos, que llegado el tiempo después de grandes luchas y batallas rendirán veneración y culto al Padre, con las mismas obras y hechos que el Maestro les mostró y adoctrinó.
Ese es el hijo de María, la Madre,… el espíritu de la humanidad en su conjunto elevada por el amor, la virtud, el bien, la Espiritualidad. ¿Cómo podría haber dejado el Maestro a una madre imperfecta y humana a Juan para tan altos designios? No, no lo hizo, dejó a la Madre que existe en Dios, porque sólo Él puede cumplir tan elevados propósitos para todos los espíritus.
Si el Verbo del Cristo de Dios se hizo Hombre en Jesús, de cierto, ese Verbo también se hizo Mujer en María.
El Maestro no dejó una madre humana en Juan, dejó a la Madre Espiritual de todos los espíritus, aquella Madre que está y se manifiesta en el Espíritu Santo de Dios,… pues sólo lo perfecto puede conducir con perfección a la semilla que hay en cada uno de nosotros.
Cuántas cosas podrían meditarse en estas fechas, en que es recordado a Quien le enseño a nuestro espíritu el Camino, la Verdad y la Vida,… el sendero de nuestro perfeccionamiento espiritual.
NAMASTE