Mensaje de María 3
1. El Señor os ha dado los atributos espirituales que os hacen semejantes a Él: La sabiduría y el amor, la fortaleza y la justicia.
2. Todo aquel que manifieste estas facultades, le representa y honra, desde el más humilde hasta el más esforzado de sus discípulos.
3. Vosotros, que habéis sido guiados por la luz de esta Enseñanza, amadle y reconocedle, sin pedirle que disminuya vuestra purificación o cambie el derrotero que os ha señalado, porque Él es sabio y justo en sus determinaciones y en sus leyes de amor.
4. Felices vosotros que al nacer traéis el conocimiento de la Ley divina, porque de otra manera ignoráis vuestra misión; no alcanzaríais a penetrar en el sentido de la vida ni sabríais de dónde habéis venido y a dónde vais. Mas la luz y los dones que poseéis os hablan de vuestro origen y os enseñan a aplicaros en beneficio propio y de vuestros hermanos.
5. Aprended a purificaros sin desesperar. La oración callada, secreta, en vuestro corazón, la conformidad con el destino que os corresponde cumplir y el anhelo de servir a los demás para honrar a vuestro Padre celestial, os harán dignos de habitar cerca de Él. Esto es lo que el Señor quiere de vosotros. Os desea fuertes en el bien, como soldados fieles a sus leyes, defensores de toda causa noble.
6. Convertíos en sembradores de la Semilla divina y no dejéis que esta crezca entre espinas, entre mala hierba. Cuidad de ella para que pueda multiplicarse en los campos sedientos de amor.
7. Habéis sido llamados porque aún os falta recorrer un tramo del camino.
8. Si encontrareis obstáculos, vencedlos, y esto habrá de acercaros más y más a Aquél que es todo perfección.
9. Vuestro anhelo debe ser amarlo, cumplir su voluntad y Amaros los unos a los otros.
10. Orad con mansedumbre y no pidáis para vos, porque no sabéis lo que merecéis, lo que os convenga o en verdad haga falta. Dejad que se cumpla la voluntad Del que os ama con ternura infinita y sólo quiere vuestro bien y antes de que penséis en propias necesidades, presentad la de vuestros hermanos. Antes de pedir, dad, porque es mucho lo que habéis recibido. Sed incansables en derramar la luz, así como el Maestro derrama su enseñanza, para que os hagáis merecedores de obtener más.
11. Mi palabra es de amor y también de reconvención. Os hablo así porque sois mayores, como discípulos de la Palabra divina. Os aconsejo con la amorosa severidad con que se habla al hijo mayor, el que habrá de ser guía y ejemplo de sus hermanos. Si practicáis esta Enseñanza, tendréis al final una experiencia preciosa, porque habréis aprovechado la gracia que en este tiempo os ha traído el Maestro.
12. Yo, vuestra Madre vengo a inspirar a las mujeres para que no descuiden su misión, su gran destino, y sepan ser faro y guía para la humanidad.
13. Todos los espíritus que han sido enviados con un mensaje a este mundo, han tenido que sostener grandes batallas para triunfar en las pruebas. Sus méritos son legítimos, su esfuerzo verdadero.
14. ¿Acaso creéis que los seres que han dejado una huella de luz en la Tierra no tuvieron que luchar consigo mismos, para vencer la debilidad de la carne? Ante esa fragilidad, el espíritu tuvo que acrecentar su fortaleza para no flaquear en el combate. Mientras mayor ha sido la altura alcanzada por ellos, más grandes sus pruebas; aunque también superior su conocimiento y elevación.
15. Esos seres no han sido santos en principio, como vosotros podríais suponer; ellos supieron forjarse, inspirados en el Amor divino hasta lograr elevarse sobre la miseria humana. Los sufrimientos fueron los clavos y la cruz en que quedaron pendientes a imitación de su Maestro.
16. Os digo que la obra de Jesús no fue comprendida ni por sus discípulos más cercanos, porque el amor del Maestro y su humildad, su obediencia y acatamiento a los designios del Padre, tocaban la perfección.
17. Vosotros, creced en méritos, para que lleguéis a ser grandes espíritus, de los que el Padre se sirva para la realización de su Obra restauradora en este mundo. Y cuando hayáis vencido toda flaqueza y conozcáis la vida espiritual, estaréis en comunión perfecta con el Espíritu.
18. He venido a alentaros, mirando con alegría vuestro crecimiento espiritual al veros llevar con amor vuestra cruz. Mas si llegaseis a sentir que os agobia su peso, recordar que ahora el Maestro es vuestro Cirineo. Él lleva sobre Sí el peso de las imperfecciones humanas, como una cruz inmensamente mayor que aquella que llevara sobre sus hombros en el camino al Calvario.
19. La siembra del Maestro tendrá que ser fecunda. Su amor, como fértil semilla, se extenderá día a día por el Orbe, en tanto vosotros, que sois poseedores de ella, estaréis llevando al mundo la Buena Nueva de la venida espiritual de Cristo en este tiempo.