Saludo – Cristo, el Espíritu de Verdad
150–49. Yo doy la bienvenida a todos los que quieren acercarse a Mí, a todos los que buscan la perfección.
150–50. Reposad de vuestras fatigas terrestres, hijos míos, penetrad en vuestro interior, donde está el Templo, y meditad en mi palabra.
58–25. Bienvenido sea el caminante que tiempo ha viene en pos de la luz divina. ¡Oh, moradores pasajeros de este mundo, que hoy estáis aquí y mañana no sabéis a dónde vaya vuestro espíritu! De cierto os digo, que no es la muerte la que os espera, sino la vida eterna, porque Yo no he decretado la muerte para el espíritu. Mas quiero que en el instante de mi llamado os encontréis como las vírgenes fieles de mi parábola esperando la llegada del Casto Esposo con su lámpara encendida, para que en el instante de escuchar mi voz que os llama, podáis dejar el cáliz de amargura que habéis bebido en este mundo y que nadie en esa hora os pueda arrebatar lo que con tanto dolor estáis a punto de alcanzar.
58–27. ¡Cuántos muertos a la vida de la gracia han resucitado en este tiempo escuchando esta palabra! ¡Cuántos débiles se han levantado llenos de fuerza! ¡Cuántos tímidos y desesperados se han llenado de valor y han encontrado la paz!
62–61. Muchos están volviendo hacia Mí, ¿será acaso porque me aman? No, es que llegó el instante en que el mundo no pudo ofrecerles lo que le pedían, entonces se acordaron de que existo; Yo les recibo, porque aquí, escuchándome, van a arrepentirse de sus pecados y va a nacer en su corazón el amor hacia Mí. La luz de mi palabra será en mis hijos como una nueva aurora y su pasado será como la noche cuando se ha desvanecido.
77–4. A los débiles y temerosos vengo a hablarles con palabras que levanten su espíritu decaído y enciendan su fe. Vengo a convencerles de que nadie podrá presentarles en el mundo Doctrina más perfecta y espiritual, que la que os he revelado en este tiempo.
77–7. No he venido a ofreceros tronos, coronas ni tesoros del mundo, sino el conocimiento de los dones para el espíritu, mas en verdad os digo, que uno solo de estos dones vale más que todos los reinos de la Tierra.
82–40. Vengo a vosotros como el Doctor Divino que se acerca a los enfermos del cuerpo y del espíritu para devolverles la salud perdida. Soy el que viene a resucitar a aquellos que han muerto a la verdad y a la vida verdadera. Mi caridad está dispuesta a enjugar las lágrimas de los que mucho han llorado, a todos los ungiré con un solo bálsamo, que es el del amor.
82–41. Bienvenidos los pobres, los que lloran y los que padecen hambre y sed de justicia en la Tierra y que todo lo sufren con paciencia, porque a ellos vengo buscando para premiarles su sumisión y su fe.
82–44. No levantaré un mundo nuevo sobre los pecados, odios y vicios; lo levantaré sobre firmes cimientos de regeneración, de experiencia, de arrepentimiento; Yo todo lo transformaré en vosotros. De las mismas tinieblas surgirá la luz, y de la muerte haré brotar la vida.
93–8. En este tiempo, no he nacido para el mundo en cuanto hombre; he llegado a vosotros en la Luz de mi Espíritu hecha palabra humana, y en ésta os doy mi esencia, para levantar la fe en vuestro corazón.
93–9. Os estoy resucitando y despertando, haciendo que vuestros ojos cegados por las tinieblas de este mundo, contemplen la verdad eterna.
99–2. Nadie debería sorprenderse de mi presencia; ya a través de Jesús os señalé los acontecimientos que anunciarían mi manifestación como Espíritu de Verdad. También os dije, que mi llegada sería en Espíritu, para que nadie estuviera en espera de manifestaciones materiales, que nunca han de llegar. Mirad al pueblo Judío esperando aún al Mesías, sin que éste llegue en la forma que ellos esperan, porque el verdadero ya estuvo con ellos y no lo reconocieron. ¿Queréis, humanidad, desconocer mi nueva manifestación para seguir esperándome según vuestra creencia y no conforme a lo que Yo os prometí?
99–6. Mi barca salvadora ha aparecido en medio de la noche tempestuosa, venid a ella todos los que estén temerosos de perecer en el pecado, los náufragos, los que han perdido la ruta.
99–7. La ofuscación de la mente, la falta de fe, la ignorancia de la verdad, son tinieblas para el espíritu y por eso hoy se encuentra perdida la humanidad. ¡Cómo se han multiplicado los hombres que caminan sin saber ni importarles hacia dónde van!
99–8. Yo sabía que había de llegar para los hombres un tiempo así, lleno de dolor, de confusión, de incertidumbre y desconfianza. Os prometí venir a salvaros de esa tiniebla y aquí me tenéis: Soy el Espíritu de Verdad. ¿Para qué me queréis nuevamente en cuanto hombre? ¿No recordáis que como hombre morí y dije que os esperaba en mi Reino? Con ello os daba a entender que el espíritu es eterno, inmortal.
100–5. Humanidad: Busco vuestra reconciliación. No vivís en mi Ley; está rota vuestra armonía con vuestro Dios y con todo lo creado. No os amáis entre hermanos y ese es el secreto de la felicidad que os reveló Jesús. Y si habéis perdido la armonía entre los unos y los otros, ¿creéis poder conservarla con los elementos de la Creación?
100–6. La mano del hombre ha desatado la justicia sobre sí; en su cerebro se agita un torbellino, en su corazón ruge una tempestad y todo esto se manifiesta también en la Naturaleza, sus elementos se desencadenan, las estaciones se hacen inclementes, aparecen y se multiplican las plagas. Es que vuestros pecados crecen produciendo enfermedades y la ciencia insensata y temeraria no reconoce el orden de lo dispuesto por el Creador.
100–7. Si sólo os lo dijera no lo creeríais, es menester que palpéis el resultado de vuestras obras para que os desengañéis; precisamente os encontráis ahora en ese momento de vuestra vida, en la cual vais a ver el resultado de todo lo que habéis venido sembrando.
132–2. Al ver como os recibo, desde el fondo de vuestro corazón me decís: “Señor, yo os esperaba, ya ansiaba vuestra venida y vuestra palabra amorosa”. ¿Buscáis el Reino de Dios? Os llevaré a él paso a paso, hasta que alcancéis la mayor altura de perfección. Muchos que en la Tierra os han precedido, ya están alcanzando aquella elevación. Son los espíritus de luz, los emisarios o mensajeros de Dios, que vienen invisiblemente entre los hombres a traerles mensajes e inspiraciones.
140–23. Recibo a vuestro espíritu, que es el que puede elevarse a las alturas de lo perfecto. Estoy esperando que os espiritualicéis, para que seamos Uno, porque todos os fundiréis en Mí. Mientras, estoy iluminando a vuestro espíritu.
140–25. Para que podáis llegar ante mi presencia con vuestro espíritu tranquilo, cuidadlo, porque es vuestro verdadero ser; no lo olvidéis, porque será como olvidaros de vosotros mismos y de Dios. Dejad de preocuparos demasiado por las satisfacciones, comodidades, personalidad y placeres humanos.
140–26. Hablo a los que descuidan a su espíritu y les pregunto: ¿Qué habéis labrado para vuestra Vida Eterna? Nada, porque vivís entregados a la vida perecedera, a lo que hoy es y mañana dejará de ser, a esta vida de cambios constantes donde el triunfo dura poco tiempo, en cambio, el dolor es su inmediata consecuencia.
140–27. Meditad profundamente en estas palabras. Mi Ley y mi Doctrina permanecen siempre inalterables delante de vosotros, recordándoos y enseñándoos vuestros deberes espirituales y también los humanos. Ya os he dicho, que vuestra vida es, según sean vuestras obras. Si la humanidad va arrastrando una cadena de dolores, esa cadena no se la he puesto Yo, sino ella misma. Todavía veréis llorar y sufrir mucho. Estudiad mis palabras para que no hagáis más larga esa cadena de amarguras y pruebas dolorosas. Tened piedad de vosotros mismos, porque de Mí, ya estáis perdonados.
156–3. Tomad mi palabra y alimentaos con ella porque vengo a fortalecer a vuestro espíritu.
156–4. Mis lecciones siempre son distintas, mas tienen la misma esencia, el mismo amor. Siempre principio hablándoos con amor y concluyo desbordándome en caridad. Entre esas dos virtudes está encerrada mi Ley. De esa fuente tomad la fuerza y la luz, esa es mi voluntad que os manifiesto, no como orden, porque el Maestro, siendo sabiduría infinita, os pide que comprendáis y cumpláis por vuestra propia voluntad.
172–20. Quiero que esta humanidad deje de ser el párvulo en el conocimiento espiritual, para convertirse en el buen discípulo, que comprenda la responsabilidad que tiene ante Mí en esta Era de juicio, restitución y elevación espiritual.
186–1. Bienvenidos sean todos aquellos discípulos que se acercan ante mi presencia para aumentar sus conocimientos. Felices y bienaventurados sean todos los que quieran ver con claridad la verdad de mis enseñanzas. Hacéis bien en querer rasgar el velo que cubre vuestros ojos espirituales. Hay gran responsabilidad en todos aquellos que no hacen ningún esfuerzo por penetrar más profundamente en los misterios de mi Arcano.
193–6. El conocimiento que os estoy dando, no tiene límites, es universal, es infinito, en él encontraréis el verdadero saber de la vida espiritual y de la vida material.
193–22. Mi venida en este tiempo es una nueva invitación al camino de la Ley, y toda la esencia de esta palabra se resume en aquella máxima que ha tiempo os enseñé: “Amaos los unos a los otros”.
194–44. AMOR es lo que en todos los tiempos os he manifestado y ahora, comunicado por el entendimiento de mis escogidos, no podía manifestarme en otra forma.
199–50. Mi pensamiento lo he hecho palabra que derrama amor y ternura, para que en ella encontréis el bálsamo que cure a vuestro espíritu y a vuestro cuerpo. También he venido a enseñaros a que adoréis a vuestro Dios en el altar de la Verdad, no en los altares de sombras, de idolatría y de fanatismo.
199–52. Vengo a haceros entender sin libros y sólo con el espíritu; vengo a enseñaros a interpretar el sentido de todas las revelaciones. De esta manera dejaréis de caer en la idolatría, porque no os conformaréis con deteneros ante el símbolo, sino que sabréis penetrar en el fondo de la Doctrina, para interpretar su verdad.
200–3. Bienvenidos seáis, hombres enfermos, tristes y necesitados de Amor espiritual, porque en Mí encontraréis el bálsamo, la luz y la fortaleza que os han hecho tanta falta.
200–4. Os amo, y por ello os envío mi luz para que disipe vuestras penas, inquietudes y temores y os sintáis envueltos en mi amor, protegidos y a salvo de los múltiples peligros que os acechan. Mi fuente de misericordia se desborda para curaros del espíritu y del cuerpo, y eso que hago con vosotros, lo estoy llevando a cabo en éste y en todos los mundos, porque mi Espíritu Consolador ha descendido a todas las moradas donde habitan mis hijos.
200–5. Si os alimentáis de Mí, si sabéis recibirme, ya no podréis negarme, no dudaréis ni desconoceréis este pan que os ha dado la vida, y vuestra existencia llegará a ser un testimonio constante de gratitud y de amor.
224–16. Vuelvo a vos humanidad a través del entendimiento humano, para depositar en vuestro espíritu mi enseñanza y en vuestro corazón mi esencia. Vuelvo a vos como antorcha de luz celestial para guiar a los hombres por el sendero de la espiritualidad, que es el camino de la Vida Eterna.
224–17. La luz de mis enseñanzas os ilumina para que brilléis entre las sombras de este mundo.
224–18. Recibid este mensaje que os envío, para que lleguéis a comunicaros por medio del pensamiento con vuestro Padre Celestial, que amorosamente os contestaré a través del mismo pensamiento.
224–22. Eternamente mi Espíritu está consolando al vuestro con mi palabra paternal, mas cuando sufrís hondamente y en medio de vuestro dolor me llamáis, creéis que vuestra voz no ha sido escuchada por Mí. Dudáis porque no estáis en condiciones de sentirme, porque llevándome dentro de vosotros no lo sabéis, ni lo creéis. ¿Cuándo he dejado de deciros que os amo? Si supieseis escucharme, cuán felices seríais. Cada hombre sería un sembrador en mi campiña, un cultivador en mis vergeles, y su semilla de amor sería regada por Mí.
224–23. Estáis materializados y por eso os encontráis perdidos y os sentís distantes de vuestro Padre, mas Yo os daré la espiritualidad que os acerque a esta fuente de sabiduría y revelación. Hay muchos que viven sobre las páginas de mi Evangelio sin practicar ni vivir mis enseñanzas, ¿de qué les sirve repetir mis palabras? En cambio, quienes me sigan por el camino del corazón, del sentimiento, se acercarán a su Maestro.
224–24. En verdad os digo: Venid a Mí, humanidad, pero que sea por la escala del amor, del pensamiento elevado. Empezad ya, para que vayáis deteniendo vuestro sufrir, para que dejéis de llorar y despertéis de ese sueño en el cual os encontráis sumergidos.
236–6. ¿No creéis que esa necesidad de amor, de paz y de verdad que me presentáis ahora, es hambre y sed del espíritu? Y, ¿no creéis, que mi palabra en este tiempo, es el maná y el agua cristalina que os envío para encender vuestra fe y alentar a vuestro corazón en esta jornada que os recuerda el desierto del Primer Tiempo?
258–17. Soy el Salvador de los espíritus, soy el Defensor de vuestra fe y de vuestra vida; no podía dejaros hundidos en los abismos o perdidos en los desiertos sin haceros oír mi voz consoladora, sin haceros contemplar la luz verdadera que surge de mi Espíritu.
262–37. Cuántos que andan buscando la verdad en libros, entre los sabios y ciencia diversas, acabarán por encontrarla en sí mismos, ya que en el fondo de cada hombre he depositado una semilla de la eterna verdad.
262–38. Aquí está mi luz vibrando en un cerebro humano y haciéndose palabra. ¿Por qué juzgáis imposible esta comunicación? ¿Pensáis que el hombre pueda tener más poder que Dios, al lograr con su ciencia la comunicación a distancia entre unos y otros?
272–9. ¡Humanidad: Dad la bienvenida a la Tercera Era, en el cual los hombres encontrarán la sabiduría espiritual! Es la Era en que me sentiréis a través de la fe, de la intuición y la espiritualidad. No esperéis mi presencia en forma humana, ni busquéis mis heridas para hundir en ellas vuestros dedos para creer en Mí.
272–10. Todo será espiritual en este tiempo.
272–11. Ha llegado la hora en que me concibáis y sintáis como Espíritu, dejando todo vuestro materialismo.
293–10. Yo soy el que se acerca a vuestro corazón cuando lloráis; soy Cristo, Cristo quiere decir: AMOR.
319–1. ¿Quién se manifiesta en este tiempo ante vosotros, el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo? Yo os contesto: Se manifiesta entre vosotros vuestro Dios. Si en el Segundo Tiempo os dije en cuanto hombre: “Quien conoce al Hijo conoce al Padre”, hoy que no vengo a vosotros en cuanto hombre, sino en Espíritu, os digo: “Quien escuchó a Jesús, escuchó y recibió a Jehová y he aquí, mi voz como Espíritu Santo”. No miréis tres personas ni tres dioses, mirad un solo Espíritu Divino que en este tiempo se manifiesta entre vosotros en plenitud y en esta voz, en esta palabra de vuestro Maestro de maestros, encontraréis al Juez, descubriréis al Padre y sentiréis la esencia del Espíritu Santo.
333–20. He depositado en vosotros un tesoro de valor incalculable, los unos os sentiréis indignos de mi caridad, mas os digo: Sois mi obra más preciada. Practicad mis enseñanzas y veréis que vuestras obras serán luminosas, en ellas estará la verdad. Ahora sois como párvulos, después seréis los discípulos; mas mi enseñanza no tiene límite, porque siempre en vuestro espíritu estará irradiando la Luz de mi Espíritu Santo. Yo soy el Camino, la Luz y todo el que viene a Mí, halla la paz y la conformidad en su vida.
353–41. Extiendo mis brazos paternales para dar la bienvenida a vuestro espíritu para grabar en vuestros corazones mi palabra, mostraros la Ley y para hacer que sintáis mi divina presencia como Espíritu Santo.
353–43. Libraos del pecado, despojaos del odio y de la maldad y venid a Mí para prepararos con mi enseñanza, porque el mañana seréis mensajeros de esta verdad.
Mi paz sea con vosotros.