La Vida Eterna y la muerte espiritual
La existencia material es pasajera, es efímero en contraste con la existencia espiritual que tiene nuestro espíritu.
Nacimos para la vida sin fin, para elevarnos de un tiempo y otro a la perfección espiritual. Nadie muere, no existe la muerte.
El Padre es eterno, y a semejanza suya nosotros poseemos aquella potencia divina, el de la eternidad.
Existe una diferencia entre vida eterna y Vida Eterna, el primero lo tiene todo espíritu desde su nacimiento del Seno divino, es eterno, es la vida sin fin; y la segunda, se refiere cuando nuestro espíritu ha comenzado a vivir verdaderamente conduciendo sus pasos acorde con la Voluntad divina.
Son nuestras obras opuestas a la Voluntad divina las que nos conducen a una muerte espiritual.
La muerte espiritual significa para el espíritu, su alejamiento del Origen que le alimento sabiamente. Es una muerte que nos habla de impurezas, de lacras espirituales, de desobediencias, de manchas y errores.
Mas la Vida Eterna significa para el espíritu, la Vida Verdadera, un acercamiento continuo y verdadero por convicción propia al cumplir lo que el Padre quiere de nosotros, y por ese cumplimiento, el retorno a la casa Paterna. Es una Vida Eterna que nos habla de cumplimiento, de emancipación, de haber consumado deudas espirituales con nosotros mismos y con nuestros demás hermanos; de limpidez, de una siembra de obras basadas por el Amor de los unos a los otros, de la practica de las virtudes espirituales en nuestra existencia, de un libre albedrío acorde con la voluntad divina; de luz, conocimiento, sabiduría, verdad, amor.
La muerte espiritual ha sido nuestra siembra y cosecha por alejarnos de la Vida misma que representa la virtud de Dios. Mas, la hora viene en que seamos en Vida Eterna, ya que el Padre nos está enseñando nuevamente el cómo ser un ejemplo vivo a la semejanza de Jesús el Cristo.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”: Un Maestro modelo de vida verdadera y ejemplo, de fortaleza ante las tentaciones, de rectitud, de perdón, de humildad, de nobles pensamientos, de obediencia al Padre y no a los intereses mezquinos del hombre; cumplimiento y de sencillez.
Por nuestros intereses mezquinos y por la inclinación mundana de nuestro espíritu, ¡cuántas veces hemos sido en muerte espiritual!
Por la grandeza aquí en la Tierra, perdemos la grandeza espiritual.
Pues es necesario decir nuevamente: Lo del mundo queda aquí con nuestra carne hecha polvo; mas nuestro espíritu es eterno y con él sólo quedan sus siembras y sus cosechas y por lo tanto, ellas serán para su alegría o desdicha. Desdichas que representan nuestras cargas espirituales al haber obrado en oposición a la voz de la Conciencia; he aquí nuestra miseria espiritual.
¿Dónde están encaminadas nuestras siembras y cosechas, para la Vida Eterna del espíritu o para su muerte espiritual?
Los hombres en este Valle terrenal son muertos del espíritu, porque no vibran en el Amor de los unos a los otros, porque antes del Dios Vivo y Verdadero, han colocado en sus espíritus otros dioses, que representan desde tiempos remotos todo lo mundano que pueden extraviar, corromper a los espíritus.
Mas he aquí, que el Padre ha venido nuevamente a resucitar a los muertos del espíritu, para que todos tengan Vida Eterna.
El Padre no viene a dar muerte a ninguno de Sus hijos, sino a entregarles la Vida Eterna. Lo que Él dará muerte y exterminará en fuego abrasador, será el pecado. La materialidad, la soberbia, la vanidad, la altivez, el fanatismo, lo ruin y lo bajo, esto y más será exterminado con la espada de Su verdad.
Como Espíritu de Verdad entregó Su sabiduría, y en ella, el conocimiento verdadero y esclarecedor de todo lo que el hombre ha llamado “misterio e incomprensible”. Con ese Conocimiento divino, la humanidad se encaminará hacia la Vida Verdadera. No habrá más misterio, pues he aquí, que todo lo que no hubiese sido comprendido por nosotros cuando encarnó su Verbo divino en Jesús, lo esclarecerá y las interrogantes espirituales tendrán sus respuestas.
La Ley, el Amor y la Sabiduría: He aquí a nuestro Padre en tres manifestaciones conduciendo a Sus hijos a la perfección espiritual, a la Vida Verdadera del espíritu. Lo que cada uno de nosotros, ha de manifestar para vislumbrarse como hijo digno de Dios.
La muerte espiritual sólo desaparece regresando al camino estrecho marcado por la virtud.
La virtud está latente en cada espíritu. El que ha obrado grandes males por la virtud será salvo. El Padre a todos salvará, a todos redimirá, a ninguno le negará la Vida Eterna.
Unos antes, otros después, todos llegarán a la Vida Verdadera del espíritu; sin embargo depende en mucho el anhelo del hijo por acercarse y llegar a su morada eterna.
Cada uno es libre de escoger el camino, el estrecho o el anchuroso, el primero conduce a la Vida Eterna, el segundo a la muerte espiritual. El camino estrecho evita purificaciones y lamentaciones y es un camino recto al Reino de los Cielos. El camino anchuroso está lleno de encrucijadas y desvíos, por lo tanto en este camino para el espíritu está presente a cada momento el restituir, el enmendar y el purificar; el ¡ay!, el crujir y rechinar de dientes en esta senda es constante en los hijos de Dios.
Tanto encarnados como desencarnados en este Valle terrenal todavía no pueden decirse salvos, ya que aún les atrae el camino anchuroso.
En cada uno está el regresar al camino estrecho de la virtud, y entonces la paz vendrá a los espíritus.
Nuestro Padre sólo nos invita a encaminar nuestros pasos por el sendero del bien, la luz y la virtud, mas no obliga. Cada quien es libre de andar sus pasos por el sendero que más le plazca.
Cuando tanto encarnados como desencarnados de este Valle, dirijan su libre albedrío en sus obras por el Amor de los unos a los otros, estarán en la consumación de su misión, y el resplandor de los espíritus serán el reflejo vivo de su Dios.