El gran vacío espiritual de la humanidad
La humanidad se agobia en sus sufrimientos, se desespera, gime, llora y se lamenta. No sabe a dónde dirigirse ni qué rumbo tomar. Vive confundida, incierta, con un gran vacío interior.
Humanidad, una palabra que inquieta al que la pronuncia, porque en ella hay un sin fin de pensamientos, de sentires y emociones; que piensa y siente conforme a sus propios razonamientos, ideologías nacionales o religiosas. Se dicen semejantes unos de otros, pero se desconocen, se aniquilan y se dan muerte, ¡que gran vacío existe!
La mayoría quisiera salir avante, triunfante en el lugar donde vive y se encuentra; muchos aspiran ser el número uno en lo que hacen o desempeñan como individuos o como colectividad. Una gran parte sólo tiene como objetivo el ganar dinero, poder, gloria, otros más ser reyes y tener vasallos por doquier; y cuantos hay los que por el poder terrenal obtienen lo que quieren, sin importarles el lastimar, herir, dañar físicamente, emocional o sentimental a los demás.
Se habla de soluciones, de propuestas que nos hagan más humanos, y sin en cambio, todo parece lo contrario. Ya no interesa en mucho lo que piensa uno o el otro, no se estima los valores espirituales y de las veces la vida de un ser humano no es tomada en consideración. Y es que la humanidad quiere ser rey, pero no se ha dado cuenta que se ha vuelto vasallo, cómplice de sus propias inclinaciones mundanas y frívolas.
Hoy en el mundo se hacen la guerra por una u otra razón, creen encontrar la solución matándose unos a otros, y sólo dejan veneno que carcome el corazón del vencido, porque este ya está planeando con su resentimiento el cómo vengarse del que ha llamado su enemigo y lo ha derrotado.
Enemigo, así se nombran muchos y se llama muchas de las veces al que no piensa, hace o siente diferente.
¡Qué pobres somos espiritualmente como humanidad! ¡Que ingratos hemos sido al descuidar lo que realmente vale y soluciona todos los males: EL AMOR!
No hay amor verdadero en el mundo y he ahí todas las consecuencias que origina nuestra falta de amor espiritual. El padre desconoce a su hijo y éste a la vez a su padre. Los gobiernos mundiales sólo están a la defensiva, porque sienten que el enemigo está cerca; se odian los unos a los otros, y por ese odio se laceran y destruyen.
Hay quienes están en el poder y no les interesa el bienestar de sus gobernados; he aquí que no sienten el amor espiritual en su corazón, porque se han envanecido con el poder terrenal. Hay gobiernos que subyugan cada vez con más saña, no desean ser menos poderosos de aquel que también comparte el poder de gobernar.
No hay riqueza material en los hogares, y si lo hay, se corrompen muchos por el metal.
El metal vale más que una vida, ¿pues dónde está la verdad?
Si hubiese amor espiritual en los hombres dentro de las instituciones, en los gobiernos, en todos los sectores que se han creado, habría caridad, avance, desarrollo verdaderos; pero he aquí, que hasta los hombres de ciencia se envanecen y se muestran orgullosos y soberbios cuando descubren algo, y en lugar que sea un bien lo descubierto para la misma humanidad, toman ese conocimiento adquirido, para enriquecerse, y otras para dañar, destruir y aniquilar.
Aún no hay amor espiritual en el mundo ni en sus pobladores, se ven distintos y caminan a la defensiva cuidándose unos de otros; y es que a pesar de ser la criatura que tiene inteligencia y razonamiento, pareciera como si esa inteligencia y ese mismo razonamiento sólo hubiese sido hecho para defenderse y combatirse.
No hay paz, no hay alegría, no hay felicidad, no hay amor verdadero; todos dicen tener verdad y certeza, pero no habrá verdad ni certeza verdaderas si falta amor espiritual en los corazones.
Gime, llora la humanidad al ser desconsiderada para consigo misma. Su mundo interior se conmueve y las tinieblas de sus hechos le atormentan sin encontrar descanso alguno. Ella quiere ser feliz, pero, ¿cómo lo va a lograr si a cada momento niega del amor?
Los hogares de desintegran; hay veces que vale más el metal que ingresa en un hogar que la caricia de un padre o de un hijo, y ha llegado a tener más valor el cuidar las posesiones materiales que alguien cercano a la familia. ¿Dónde está el corazón de ese hogar y la verdadera posesión?
Las religiones se desconocen, no hay motivación verdadera que sirva para aligerar el vacío espiritual, y si se desconocen entre sí, ¿acaso no seguirán ese ejemplo sus allegados? Con más razón la muerte y el dolor pesan con mayor fuerza por todo el mundo.
Algunos buscan materialmente una solución que detengan la hambruna, la pobreza, la desintegración familiar, los vicios, las guerras, y mil adversidades y desventuras que aquejan a los pueblos, ¿pero hay amor espiritual? No; como humanidad nos hemos engañado, vacíos estamos por dentro.
Unos cuantos quieren dominar al mundo, quieren subyugar y reprimir consciencias, sentires y pensares, sin importarles el dañar a los demás por ver satisfechas sus mezquinas ambiciones. No hay amor en ellos, y si lo llegan a manifestar sería para sus posesiones, ¿eso es amor? No, no lo es, es ambición, es vanidad, soberbia, insensatez.
La Naturaleza se conmueve y se agita por doquier, porque nos ha importado más lo que sacamos de provecho de ella, sin llenar el hueco que hemos dejado en sus entrañas. Hemos sido desconsiderados, negligentes, orgullosos para con este planeta que nos ha otorgado sustento y morada. Le arrancamos sus secretos, hacemos mil maravillas con todo lo que extraemos de su interior y por arrogancia, en la maldad y ofuscación de nuestro pensamiento y corazón por esos arcanos descubiertos, hemos aniquilado a nuestros Semejantes. ¿Hay amor como humanidad por la Naturaleza que nos da albergue, sustento y vida? No, no lo hay, y es que hasta el tirar una pequeña basurita en ella, somos despreciativos, porque en ese acto se refleja y se manifiesta el poco amor que tenemos a nuestro hogar temporal, la Tierra.
Muchos en las leyes hablan de justicia, pero he aquí que las cárceles están atestadas de más y más espíritus encarnados. En sus poderes, hay palabras y más palabras que no entiende la mayoría, pero, ¿cuántas veces se expresa la palabra amor espiritual en sus libros? ¡Vacíos se encuentran y es que los que están ejerciendo la justicia terrenal no han llegado a sentir y comprender que sólo la Ley espiritual es la que pondrá fin a todo mal!
El matrimonio, un pacto que debería ser visto y sentido por dos seres que se unen para cumplir un destino con una misma voluntad… se deshace, se desconoce y se infringe. Y es que en los corazones que se entrelazan para una vida en común si falta la virtud de la comprensión en ambos, el amor se desvanece. Cuantos han llegado a creer que la separación es la solución, dejando sin padre o madre a los pequeños, y desde temprana edad sufren por la falta de amor y comprensión de sus padres. Si esos corazones que se unen se guiasen con ternura, comprensión, con lealtad, otro sería el fin de los hogares y de los seres que traen al mundo; pero he aquí que la incomprensión, el orgullo del uno y el otro, el resentimiento pueden más que el amor que se profesaron para “el resto de la vida”.
¡Cuántos niños en la calle! ¡Cuántos han venido al mundo sólo para recoger la incomprensión y el duro corazón del padre, de la madre, de la sociedad!¡Cuántos corazones mal intencionados sólo esperan una oportunidad de la desunión de un hogar para lacerar a esas criaturas en múltiples formas!
Desde temprana edad muchos pequeños trabajan del amanecer al anochecer, no hay caridad para con ellos; tiernos corazones que son violentados desde su infancia. Algunos desde temprana edad no conocerán el sano esparcimiento, porque son arrancados de su infancia, de su niñez, para ser esclavizados en las pasiones insanas de los adultos. ¡Cuánta perversidad y maldad pueden albergar los mayores cuando en ellos no vibra el sentimiento del amor y de la Ley espiritual!
Hoy en el mundo tiene más gloria el que mata y hiere, y se le ve mal al que no se defiende o no es agresivo porque lo consideran un cobarde, con falta de carácter. ¡Que equivocado está nuestro sentir! Alabamos la agresividad y la muerte, y vemos con menos al que nos habla de vida y de paz.
Los vicios hoy contaminan los cuerpos, las mentes; la juventud quiere ensordecerse en esos venenos, y ¿por qué? Porque no hay amor que lo expresen hacia ellos mismos o porque no lo han encontrado. Hoy, ellos todo lo ven frívolo, y es por una sociedad carente de valores espirituales. No hay amor a la juventud; muchos piensan en la forma de cómo hacer riquezas, corrompiendo y envenenando las mentes y los corazones de los jóvenes. Otros más engañando sus sentidos y emociones los conducen a la guerra, a la agresión, al odio, al consumismo, al desconocimiento, a la muerte y al suicidio. No hay amor verdadero hacia la juventud.
¿Dónde están los mayores, los hombres y las mujeres maduros que guíen a esas juventudes? Envueltos están en sus pasiones y deseos no satisfechos, queriendo ser parte del mundo y de todos, pero olvidan a los que están cerca de ellos. Quieren la riqueza, quieren cumplir sueños mundanos, olvidando a los seres que les acompañan desde los primeros días. Los padres se divorciaron, el padre ha buscado el cobijo de otro hogar y la madre ha olvidado su papel de ser madre. Como no se va ofuscar y confundir la juventud cuando observan todo esto, al no contemplar ejemplos verdaderos que los guíen con certeza en el camino de su madurez.
Hay quienes traen seres al mundo, y los desprecian y los asesinan desde el vientre. ¿Por qué? Es que les ha faltado guía, una palabra que les aconseje desde su pubertad. A todo lo que concierne a la sexualidad hay veces que se le ve como pecado, con morbo, como reprochable a alguien si no sigue una conducta determinada. Hoy muchos al sexo lo toman como diversión y no como un acto de responsabilidad y de conocimiento. Pues a los adolescentes se les debe hablar con conocimiento y responsabilidad, para que ellos comprendan y conozcan sus cuerpos y lleguen a responsabilizarse por ese mismo conocimiento adquirido. La muerte de un ser no es el camino ni hay sabiduría de vida al despreciarle.
La muerte deja huellas y siempre se tendrá presente en toda una existencia, como la falta de caridad que se le negó a otro ser, que por función de nuestros atributos carnales, tuvo que nacer. ¿Hay amor al desconocer la vida de un ser que se forma en el vientre de una mujer? No, en verdad, porque hay veces que sólo interesa la comodidad que se va perdiendo sea cual fuere, al escuchar el latido de un pequeño corazón. Como hombres o como mujeres, cada quien es responsable de sus actos; pero la vida, es vida y en consecuencia decidimos cuánta vida damos o la quitamos, y esto está en base del amor que hay en nuestro propio corazón.
Pues el amor es vida, fuera de él la confusión y la muerte están por doquier. Y si no hay amor en nosotros somos parte de la confusión y de la muerte que hay por doquier. Esta es la razón fundamental del por qué sufrimos como humanidad, porque la falta de amor espiritual es nuestra verdadera pobreza; nuestro principal vacío tanto en lo sentimental, en lo emocional, en lo espiritual, como sociedad, en el hogar, en el mundo y como individuos. Somos más muerte que vida y todo porque nos hemos alejado de esa preciosa virtud que nos otorga la paz, cuando somos capaces de sentirlo y manifestarlo en los distintos quehaceres de nuestra existencia.
¿Qué si ha habido odio y egoísmo en cada uno de nosotros? Cierto es; pero podemos ser vida desde este momento si así lo anhelamos, al dar un poquito de amor a los que nos rodean día con día, entonces seremos de los que anhelan la vida y la paz, y ya no de los que viven en el desconocimiento, la ofuscación, el odio, la guerra y la muerte.
El camino es el amor y cuando todos sintamos esa bella potencia divina vibrar en nuestro espíritu, en nuestro corazón y lo dejemos manifestar por medio del pensamiento, entonces todo cuanto aqueja a nuestro ser desaparecerá: Las guerras, el hambre, la niñez abandonada, la falta de justicia verdadera en los que hacen y dictan leyes, los elementos desatados, los vicios, todo desaparecerá.
Mucho tendremos que hacer para encontrar la paz y sentirnos Semejantes unos de otros; pero con un poco de buena voluntad en cada día lograremos lo que tanto desechamos y negamos: EL AMOR DE LOS UNOS A LOS OTROS.
Y si hemos llegado a sentir un juicio en nuestro interior en estos momentos, porque en lugar de amor ha sido otro nuestro sentir y nuestro hacer, entonces es momento de rectificar nuestros pasos y dejar que nuestro ser primordial manifieste esa potencia divina y así encuentre su paz que tanto anhela. Porque en verdad, esta es nuestra principal misión como seres encarnados: Amar y ser amados, para sentir toda la beatitud y la bienaventuranza que da al sabernos semejantes a Quien nos dio vida y eternidad.
Que la potencia divina del amor guíe nuestro ser primordial en lo material y en lo espiritual.